domingo, 15 de noviembre de 2009

Antes no éramos tan putos


Domingo 14:00 hs.
Dock Sud. Salon de fiestas del Club Social Hijos de Galicia.
Se casa la tia Zulema. Hay que estar ahi como un soldado, y comerse la secuencia enterita, sin chistar.
Estoy en mi mesa solo. Ya superada la etapa del postre, estoy algo mas relajado gracias a la eficacia de los mozos para mantener mi copa siempre llena. Es ahi cuando detecto a estos tres personajes desconocidos, aburriendose resignadamente en una mesa lindera. Saco la camara y sale esta foto. Cuando la repaso noto que el de mas atras salio mirando directo al lente. Antes de que pueda volver a levantar la mirada, el tipo esta al lado mio, pidiendome ver el resultado de la toma. Me tranquiliza su sonrisa y el tono amable, descartando la posibilidad de una situacion incomoda. La foto le gusta mucho. Me dice que se llama Jose Maria, ofreciendome su mano, y pide permiso para sentarse. Como no, le digo señalandole la silla anteriormente ocupada por mi hermana y diciendole como me llamo. Inmediatamente me doy cuenta de que su interés por la foto fue solo una excusa para alejarse del aburrimiento extremo que venia soportando junto a sus anteriores compañeros de mesa. El tipo quiere hablar, con alguien, casi desesperadamente. Su intención se hace evidente en el entusiasmo con el que procede, y que casi no puede ocultar. En la satisfacción que le genera haber logrado sentarse en esa mesa, con un completo extraño dispuesto a escucharlo. Maldiciendo mi suerte, siento que acabo de despertar a un conversador feroz, necesitado de una presa con la cual saciar su sed de charla. Estoy atrapado, pienso, reconociendo la derrota. Decido, sin otra opcion, entregar mi atencion a lo que comienza a decirme este anciano, no sin enorme resignacion.
Me dice que vive en Lanus, que siempre vivio ahi, y que le gusta mucho su barrio, que a el de ahi nadie lo saca. Respondo algo sobre futbol, mencionando al club de la zona. No me gusta el futbol, me interrumpe. A mi no me vengan con los colores y la pasion, eso lo compran los giles. A mi me gusta la milonga, dice, acercando la silla. Y la joda. Siempre me gusto la joda, aunque hace rato que no la veo ni en fotos. Empiezo a interesarme un poco por su relato, sobre todo porque suena sincero y lucido. Me acomodo y, sin demasiadas esperanzas, le pido que sea mas especifico con respecto al tema de la joda. Le pregunto como era el asunto en los viejos tiempos. El tipo se relame, como agradeciendo mi interes. Algo se activa a partir de ahi. Le brillan los ojos mientras me dice: mira, yo no no soy de esos resentidos que se la pasan despotricando con que hoy todo se fue al carajo, y que los viejos tiempos fueron mejores. Los viejos tiempos tenian cosas que se extrañan, y otras que no tanto. Hoy la gente es mas tolerante y hay mas libertad. Si sos joven como vos, no tenes que soportar tantas imposiciones pelotudas y moralistas como las que nos fumábamos en aquellas épocas. De eso no hay dudas. Hoy es mas facil hacer y decir lo que te salga de los huevos. Y esta muy bien que asi sea. Es una señal de evolucion bien entendida, por mas lenta y defectuosa que resulte. Por eso te digo que no me gusta escuchar eso de que todo tiempo pasado fue mejor. Escucho esto y mi entusiasmo crece, sobre todo por la forma en que me habla. El tipo claramente sabe como contar una historia, ya se ha ganado mi atencion. Toma un trago largo de vino blanco y continua: pero por otro lado, hay algo que se perdió en el camino, mas alla de esto de los codigos y el valor de la palabra con el que rompen tanto las pelotas los viejos como yo. Se perdió, -para mi, ojo, eh?, me aclara y cada vez me cae mejor- el valor que le dabamos los hombres a tener huevos, a no permitirnos ser tan maricones. Y no me refiero a que te gusten los machos, o a vestirte mejor que una mina, nada que ver. Lo que digo es que cada vez hay menos hombres de verdad, haciendose cargo de lo que les toca, sin tanto llorisqueo. Esto es asi pibe, creeme, antes no eramos tan putos, y nos la bancabamos mas. Subraya esta ultima declaracion acompañandola de una expresion y un tono de voz imposibles de refutar, con la seguridad absoluta de quien dice una gran verdad. Yo no digo nada, porque no me sale una respuesta que este a la altura de su sabiduria. Termina de decir eso y se sirve un nuevo vaso de vino. Salud nene, me dice, que te vaya bien. Y vuelve a su mesa, con el vaso en la mano. Lo veo irse y me quedo con cierta sensacion de verguenza por mi actitud sobradora de hace un rato. Es como si me hubiesen dado un par de bifes correctivos, totalmente merecidos. Me siento bastante pelotudo y reflexiono acerca de lo mucho que me falta caminar, como para creerme capaz de sacarle la ficha a cualquiera. Se me pasa rapido la sabiduria, y al rato ya estoy de nuevo clasificando gente arbitrariamente.
Aunque de aca en adelante, tal vez tenga un poco mas de cuidado con la gente que me lleva mas de treinta años. Por mas pinta de abuelitos aburridos que tengan.

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